domingo, noviembre 29, 2009

29

Amo las piscinas en el piso 29. Ayer justamente tenía una agradable, pero no menos aburrida conversación con humanos. Todos ellos potenciales fuentes de canapés. Así es. Es que yo no estoy con huevadas. Piso 40, piso 50, piso 1357 (mil trescientos cincuenta y siete). Yo amo el piso 29 y una piscina, dorada por el sol. Ahí, en el epicentro mismo de la acción piscinística y clorífera, ahí, donde por primera vez disfruté de un rayo de sol, el cual me causó quemaduras de decimo séptimo grado, el cual, fue a su vez la primera vez que me fui al hospital de Transilvania y como era de día me persiguieron las polillas y Kulbi, mi amigo fiel, me traicionó, por eso no hablo de Kulbi.


Bueno, Kulbi era un amigo fiel y nació hacia el año 1357, después de la caída de su mamá, que prácticamente lo parió de una puteada. Kulbi nace, crece, se reproduce y yo lo caigo golpes como 153 años después. Y me traicionó y yo tuve quemaduras, pero al final, yo perdoné a Kulbi, y el me regaló mi piscina, y lo ahogué con su vómito, como a Jim Morrison (pero ese no fui yo - si alguien dice algo yo digo que fue Kulbi)