lunes, abril 18, 2005

viernes, abril 15, 2005

quemando hormigas con el sol y una lupa

Recuerdo cuando era niño y visitaba a mi tio abuelo en una granja en las afueras de Juticalpa. Bueno, yo le decia granja porque quedaba fuera de la ciudad. En realidad era una vieja casa de retiro de la familia de la primera señora de mi mi tatarabuelo Godofredo, que pasó a la familia porque el viejo la embaucó antes del divorsio. Esa es otra historia que podría contarles alguna vez. Data de los tiempos coloniales. El asunto es que lo ùnico que se cultivo en sus jardines con motivos comerciales era la marihuana que vendía uno de los empleados. Cuando yo me enteré, comencá a ayudarlo, ciertamente, y eventualmente me apoderé de su negocio. Hice mucha plata en esos días. Como dijo Jimmy Buffet, I made enough money to buy Miami but I pissed it away so fast... never meant to last.... Yo me fumé toda la marihuana en un período de tres días de los que recuerdo muy poco. Desperté en una clínica donde me dejeron que la casona del tío se había quemado.

Por eso recuerdo hoy esa granja. Ya expliqué que no era una granja de verdad. ¡No me hagan repetir todo de nuevo! ¡A uno no lo dejan terminar sus historias! ¡Me cago en la juventud de hoy!

Les decía que me acordaba de la granja (¡Cuidadito, que los estoy viendo... si a ustedes, los revoltosos con sus preguntitas!) porque vengo recién de quemar una catedral. El olor a quemado me recuerda a la marihuana que fumaba por esos días, pero también a Chiovana, una vecina de mi tio. Ella tenía mi edad (aproximadamente... ella tendría unos dieciseis y yo andaba por los trescientos veinte) y la encontraba bellísima. La verdad verla me devolvía immediatamente a mis quince años. Principalmente porque la espalda se me llenaba de acné, creo que le tenía alergia a la muchacha. En fin, yo me enamoré perdidamente de esta criatura mitológica (mitad niña, mitad mujer) y de su muente simple campechana. Después de almuerzo, como a las dos de la tarde, cuando todos dormían siesta, nos reuníamos a escondidas bajo el sol caribeño para quemar hormigas cun una lupa de sus padres que habría pertenecido alguna vez a los Pinzón.

Nos reuníamos todas las tardes, sin hablarnos para quemar hormigas. Yo estaba feliz asi, en silencio, viendo como las hormigas se retorcían de dolor y oyendola reir nerviosamente. Era un sonido agradable como el de algún río jugando con piedras o el sonido de madera quemandose en una fogata de verano (tiene que ser de verano..., en invierno las fogatas son para calentarse las pelotas, no para escucharlas). Eso duró un par de vacaciones, hasta que sus padres la mandaron a Miami a la universidad. Me dejó una carta diciéndome que no quería irse, y que la mandaron sus padrea a la fuerza, para alejarla de malas influencias (como yo, que por esos días andaba capturando ardillas, que fue un primer borrador de mi exitoso negocio de hamsters) En futuras cartas me decía que odiaba Miami y a todos sus habitantes y que solo quería volverse. Que quisiera que toda Miami ardiera. Es que ella tenía complejo de Nerón, y su solución fue siempre quemar algo.

No debe haber extrñado Honduras tanto, porque sus cartas duraron unos seis meses y después quedo embarazada de un judío hippy que terminó llevándosela a Israel. Pero recuerdo haber pensado en esos días que si construía una lupa lo suficientemente grande, podría ponerme en algún cerro y quemar a todo Miami, persona por persona. Y bueno, sigo ahi con mi lupa gigante, que no usé nunca. ¿Nadie de Ustedes me la querrá comprar? ¿Algún malvado tipo villano de James Bond?