lunes, marzo 28, 2005

descubriendo la vieja alfombra

Yo tenía una alfombra. Amaba mi alfombra. Es más tenía una camiseta que decía "yo amo a mi alfombra" con una flecha gigante que apuntaba hacia ella. El problema estaba claro cuando salía de casa y me iba a otra casa con otras alfombras que no eran las mías, pero bueno esa es otra historia. Más bien les cuento de esa vez que fui a comer ceviche en balde en el malecón de Guayaquil (no estaba con la camiseta... JAH!, JAH!!! los caché!!!), bueno y esa vez no pasó nada. No es muy buena esa historia. Bueno y de esa vez que me bajé del taxi y luego casi me asustan unos vendedores de cuchuflís. Bueno tampoco es tan buena.

Y la alfombra siempre parecía estar limpia. Tenía sus 2 que 3 manchas pero ya eran parte de ella. Ya formaban su kernel, su esencia. Al pasar el tiempo y acercarme a la alfombra me dí cuenta de que tenía muchas más, de que no era de mi gusto y realmente me limpiaba el culo con la alfombra. O sea si tenía más de un culo, me los hubiese limpiado todos, pero todos con la alfombra, porque era realmente más fea que el horror de noche o que un hamster con el culo chico o que una berenjena con kepchu. Y salían cosas de la alfombra, espíritus pequeños y grandes, contadores de cuentos mudos, gritos de silencio que se ponen en tu boca ahora que lees ésto, que me acordaban que era más fea que la mierda. Y amaba mi alfombra y tenía como 500 camisetas, de distintos colores. (Claro solo tenía 4 colores, porque 500 colores medio exagerado)...

Pero yo igual la quería. No es irónico como nos encantan las cosas que sabemos que nos hacen daño? Como a mí el kepchu....

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