miércoles, octubre 05, 2005

Esa Época del Año

Veo que lo último que escribí fue el 18 de septiembre, feriado nacional chileno y una buena excusa para chupar. Por eso viajé a Santiago una semana antes. Quería comprar quince atados de chicha. Solo después me enteré que la chicha no la vendían en atados. ¿Qué mierdas fue lo que compré, entonces? La cosa es que trece de los atados de chicha me los fumé antes del dieciocho.

El día antes me dediqué a golpear puertas con la excusa de contabilizar las bacterias vivas en las cervezas.

-¿Cuantas cervezas tiene?
-Seis de a litro
-Bien, voy a confiscar una en nombre del fisco. Debo averiguar la fauna activa en sus botellas.

Así toda la tarde. Cuando comenzó a ponerse el sol llegaba a las casas en pelotas, con una botella vacía enchufada a mi miembro, preguntando si estaba la fauna, y si no, la flora igual estaba rica. Con ese método conseguí igual un par de cervezas, y zapato (que alguien me tiró) y unos pesos que me dieron por pena.

Del día de la farra recuerdo poco. Recuerdo que en algún momento escribí mi último post, pero la verdad no recuerdo haberlo publicado. En algún momento debo haberme entrado en alguna casa a usar una computadora. Algo recuerdo de una abuelita asustada implorándome por un gato virgen. Todo está difuso.

Luego pasaron varios días en que me vienen recuerdos esporádicos. Así como lagunas mentales, solo que las lagunas son lo poco que recuerdo. Recuerdo el taxi que me robé y empecé a recoger pasajeros en la Terminal de buses y llevarlos todos al centro de Rancagua. También recuerdo en algún momento correr desnudo por un parque, que creo que era un jardín de infantes. Otros recuerdos me incluyen sentado en un confesionario, a punto de vomitar, mientras una beata me decía que había tenido pensamientos impuros con alguien. Yo le dije que viva un poco, que se masturbe o lo viole o algo. Que si quería yo le hacía el favor.

En fin, vagos recuerdos. Finalmente desperté, después de dormir dos días enteros. Dos días y me sentía como si me hubiesen arrollado mil camiones, y olía como si todos los esos conductores se hubiesen cacado encima mío. Solo dos días. ¿Cómo debió haberse sentido Jesús que estuvo así tres días? Y pensar que en esos tiempos no había café. ¡Qué resaca debe haber tenido! Desperté pues, en un lugar conocido, pero que no tenía relación a donde tenía mi último recuerdo. Estaba botado en medio del malecón de Guayaquil. Bueno, justo a tiempo para el 9 de octubre. Que bueno que mi a mi hígado lo mató el absinthe hace ya más de un siglo.

No hay comentarios.: