jueves, diciembre 22, 2005

dulces gónadas nocturnas

Buscaba el paciente sus pastillas. La verde, la azul, daba igual. No codeaba sus parlantes siempre porque tenía dos dedos de frente y media, lo que daba como cuatro centésimas más de frente operativa. Qué tenían todas estas cosas en común? La idea. La idea de no tener nada en común que vinculaba por siempre a estas dos polillas antihigiénicas y buscaba per se un honoris masturbantim que le ayude a terminar, pero afuera, sino me cago en la leche.

Voy caminando por Transilvania, muy borracho y se me vienen demasiadas cosas a la cabeza. Se me viene la ocasión en la que divagaba borracho por Transilvania. Ah no, esa es esta historia. Es que cuando estoy borracho temo que las infidelidades hi-fi me rompan el culo con su cascabel. No tengo más tiempo que el de mi reloj de arena. El que me regaló mi tío, o sea se lo robó a esa viejita que cruzaba por la calle lanzando zapatillas a la gente en la cabeza.

La idea de ella era la siguiente: lanzar zapatillas a la gente en la cabeza. Bueno, eso. Y desde ahí entonces se dedicó gran parte de su vida, hasta que podía lanzarle en la cabeza la zapatilla de la talla adecuada. Hasta que se electrocutó con un primo de Nevada que quiso vender bufandas eléctricas, le agarró una tormenta de rayos y truenos, y claro, como se imaginarán, lo atropelló el metro de Transilvania. Ah, nunca les hablé del metro? claro es que fue en su viaje de inauguración. Y despedida. YO iba en el vagón 147.005 (era largo), pero claro eran vagones para uno y el pasaje costaba como doce dólares por estación, pero bueno, tenías comodidad. El problema claro era que un abono te costaba como quince mil dólares, y al final iba a estar tan vacío que lo que hicieron fue abrir estadios invisibles. Entonces para financiarse empezaron a destruir las calles y edificios por medio de sistemáticos incendios como el de Londres en 1666 (el del panadero del rey).

Pero ya todo eso era pasado, porque llegaron los revoltijos de algodón y se lo comieron todo. Lo engulleron y rebotaron como escopetas de goma durante horas. Y se durmieron.

Cuando Transilvania se mueve. Se mueve. Papá-

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