viernes, junio 03, 2005

anillos

Yo nunca me casé, pero si robé un montón de anillos en mi vida. Varios de esos fueron de matrimonio. Debo decir que nunca fueron mis favoritos, pero si me gusta usarlos de vez en cuando. A veces me pongo todos en mi dedo anular y en los bares digo que soy polígamo. Otras veces me pongo uno en cada dedo excepto el anular, para ver si alguien dice algo.

Nunca me casé, pero tal vez he estado casado muchas veces. Como esas novias que uno tiene de joven. Esas que no son novias, y ellas en realidad ni saben que uno las quiere, pero uno las llama a diario y se aparece en su casa con flores (que nunca entrega porque le da culillo). Terminan llamándolas novias porque son importantes en la vida de ellos. Bueno, yo tuve muchas mujeres con las que no me casé porque nuestro amor era imposible. Eso les decía para mantener el misterio, la verdad es que no me casaba porque no quería la responsabilidad ni a una mina que me reclamara tonteras todos los días. Si me casara sería un coleccionista de esposas muertas, y mi nevera no es tan grande.

Nunca me casé pero muchas veces me hice pasar por hombre casado (quería comprobar la teoría que las mujeres piensan que el hombre casado sabe mas rico) y ahí comenzó mi afición por coleccionar anillos de matrimonio. Eran anillos de mujer que hice arreglar para que me entren a mí, por lo que me hice amigo de muchos joyeros. En realidad mi plan maestro comenzó a conquistar mujeres casadas para robarles sus anillos (sí, fui el causante de muchos divorcios, y muchos maridos le pusieron un precio a mi cabeza). Luego a venderles marihuana a los joyeros para que me los arreglen como favor (al final, ellos siempre terminaban debiéndome plata). Finalmente conquistaba a las esposas. Esa fuel la parte fácil. Ellas, insatisfechas en matrimonios asficciántes, parácticamente se tiraban amis brazos cuando se convencían que mis promesas de no involucrarme con ellas sentimentálmente eran ciertas.

Nunca me casé, pero una vez me hice pasar por sacerdote para esconderme de algunos maridos celosos y me hice párroco rural en un pueblito del chapare boliviano. Ahí oficié muchas bodas. Creo que los locales nunca creyeron que era cura porque los sermónes que escribía hablaban todos de lo rica que debía haber sido la Magdalena. En las bodas también aprobechaba de coquetear con las novias y me gané un par de aventurillas por ahí. Además vestí a mis capellanes con sotanas rojas y cambié el vino sacro por whiskey, que a mi me gusta más. Usando mis conocimientos de mago y carterista (ambas habilidades las había aprendido en Turquía hace unos 200 años) también me robé varios anillos... que disque que el paje los perdió.

Nunca me casé, y me alegro. Claro, a veces me siento solo y quisiera tener alguien con quien hablar (no de cosas importantes si no del clima o el precio de los tomates) o compartir mis éxitos y fracasos (es decir, alguien para culpar por mis fracasos y alguien a quien sacar en cara mis éxitos). No, nunca me casé y no creo que me case... pero si tengo un montón de anillos y ya me cansé de verlos. Estoy pensando que se los voy a vender a los maridos o esposas que los pierdan y no quieran que su pareja se entere. Si son mujeres, los perdieron por traviesas, y tal vez esten dispuestas a caer una vez más en tentación con un galán conocedor de las necesidades de las mujeres casadas. ¡Que lindo que es estar vivo!

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