sábado, noviembre 27, 2010

las varias capas de la cebolla

Anoche me fui de putas. Solo eso les quería contar. Y no, no estoy en Panamá, como muchos asumen. Estoy en... no mejor no les digo. Por ahí me dijeron que las putas polillas entrenadas de Van Helsing andan tras mío de nuevo. Y puede que ya hayan captado mi olor. Bueno seamos honestos, mi olor se capta a mucha distancia. No me baño hace mucho. Y tengo ese problema que mi cuerpo emana aromas a cebollas fermentadas. Bueno, debe ser que para protegerme del último ataque de las polillas me escondí una semana entera en un buque que llevaba cebollas cocidas bajo el sol del caribe. Si se lo están preguntando, el buque es mío, y las cebollas también. pensé que era buen negocio llevar cebollas cocidas de un lugar a otro y venderlas en hoteles. No pensé que las hijoeputas fermentarían con un poquito de calor. ¿Que a qué huelen estas cebollas fermentadas? Bueno..., imagínense a la salida del estadio, los más hediondos de las barras bravas (esos que parecen ducharse con orines humanos y de gatos callejeros) y los jugadores de fútbol sin ducharse entran todos a un vagón de metro. Un caluroso y encerrado vagón de metro. Y todos andan con diarrea y se empiezan a pedar. Y uno trae a su abuelo que quería asistir al último partido (Claro que el abuelo llevaba ya más de 8 días muerto y nadie lo había enterrado). Y todo esto pasa en un verano húmedo. ¿Se hacen una idea? Ahora agreguen una jauría de perros mojados. ¿Ya? Bueno, eso huele un 3% mejor que las cebollas fermentadas de la gran pichulonga, bajo las cuales me tocó esconderme.

Por eso, cuando supuse que las polillas entrenadas me habían perdido el rastro, me quise tomar un trago. Como ningún bar me quería recibir, me fui de putas. Creo que la que me tocó era hombre. A esas alturas, no me importó.

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