martes, enero 10, 2006

Casemonos al agache

Revisando mis memorias en el viejo baúl, hallé manuales básicos para la pela de hámster y uno que otro miserable tutú de recuerdo. Encontré la foto del cole, ubiqué al mazamorra strudel, al conchi tumá, al uñas y como no, al mugres, todos con nuestros relucientes uniformes y con nuestras caras de pecados capitales, sudorosas, luego del juego del recreo llamado, “coloque al hámster en el tacho” o “Basket-Hams”.

Recuerdo cuando el mazamorra strudel me dijo –juguemos al *agachín-, un juego perturbador que encantaba a los observadores, al ver la cara fruncida de quien recibía un punto en contra. (o sea una patada en el culo).

El mazamorra me llevaba como veinte kilos y tenía una cuantiosa ventaja sobre mi persona (en el juego), suma que era anotada en la puerta del inodoro con un clavo. Un día desperté y dije -hoy se la pongo en una todas -, ese, era mi día, la caca de perro que pise al salir de casa fue una señal, era fresca y olía a tutú de valet y bolas de naftalina.

Todo fue perfecto, me agache fingiendo estar desprevenido cuando sentí el patadón del mazamorra en pleno centro, mis ojos empequeñecieron unos segundos, gire lentamente y puse mi mejor golpe de puño en su nariz, nunca olvidare su cara aquel día y una profunda frase que todavía gira en mi cabeza, -ya perdiste el juego, cabrón!-, como tampoco aquella que dice **“ ya, ya chicos, empates quedaron, helado para todos”





*Agachin, o casarse pal agache, juego popular entre los chicos de colegio allá en transilvana, que consiste en dar puntapiés en el trasero de la persona con la que estas jugando cuando esta este agachada sin que se te pueda reclamar, el juego finaliza cuando uno de os dos se enoja y reacciona mal.

** Nota del Autor, T.M., madre de un amigo que calo profundo con una anécdota que no se puede contar en esta historia pero que algún día revelaré.

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