jueves, enero 12, 2006

Hoy me levanté de mal humor. Por primera vez en 130 años, no me follo a nadie en toda una semana. La última vez que me pasó esto descubrí mi amor por los vegetales. Claro, ya antes había comenzado con los animales. Y lo que pasa es que estoy solo. Bueno, no solo, me acompañan los 35 hermanos de la congregación. Yo ya no creía que existían de estos. Son de los que no hablan, comen poco, no follan.... en fin, hoy sé que existe Dios. Lo sé porque sé que existe el Diablo. Y no lo sé porque me lo dijo el hermano Peter John (que es el único que me habla... hasta ahora me dijo: "hola", "¿que haces desnudo en la cocina?" "¿Por qué te tiene miedo el perro del hermano Jaime?" y "que el Diablo se apiade de tí, hermano"). Sé que existe el Diablo porque tiene que vivir en alguna parte, y vive aquí, en este lugar del silencio y la soledad. Sí, si quieren encontrar al Diablo, vayan a su iglesia más cercana y pregunten. Ellos saben.

La pregunta, ya la veo venir: pero, Nafteix (un apodo que me pusieron por ahí en el 87, cuando caminaba en el Malecón de Guayaquil, vendiendo leche condensada en frascos, diciendo que eran espermas de atletas), ¿Qué mierdas haces en ese lugar? Y esto es lo sorprendente. No fue, como me suele ocurrir, que me desperté aquí después de una semana de farra. Esta vez entré voluntariamente. Y no, no me persigue la policía. Bueno, si me persigue, pero no entré por eso.

Estoy aquí porque quería escaparme un poco del mundo moderno. Me cansé del celular y del internet y de las putas baratas que se paran en Providencia (si... sé que son hombres... pero después de cuatro lineas de quick, un porro calibre bob marley y media boptella de tequila... ¿que importa por donde entra mientras sea calentito?). Necesitaba desconectarme un poco y desintoxicarme. Por eso subí la montaña y entré a esto, que parecía un templo budista. Claro, pero los templos budistas no existen en Honduras.

En fin, ya estoy aquí dos semanas, y la última me la pasé encerrado en mi cuarto. Los hermanos nunca me hablaron mucho. Yo creo que alguno se habrá preguntado quien era y por qué de pronto me sentaba entre ellos vestido con la única ropa que traje: una maleta llena de disfraces de teatro de obras renacentistas. Pero desde el incidente del perro, la verdad es que me evitan. Así que ya me cansé. Creo que ya estoy lo suficientemente desintoxicado. Desintoxicado y de mal humor. Por eso hoy salí al pueblo más cercano. Ya me tomé un café con brandy, comí mucha carne roja y me vine a este cybercafé para escribir este mensaje. Después me voy a comprar gasolina y algunos fósforos. Es hora de abandonar a los hermanos.... Ya lo leeran en el periódico.

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